“Que la UCR se haga cargo” dijo Alfonsín sobre los dichos de Carrió

El rol del radicalismo dentro de la alianza Cambiemos se encuentra disminuido si se tiene en cuenta los lugares de poder que ocupan los dirigentes de la UCR y que el Gobierno hace oídos sordos a los reclamos de su socio político. A esto se suma, el sincericidio de la tercera pata de la coalición de gobierno, Elisa Carrió quien advirtió que a los radicales los manejan como quieren.

Al respecto, el referente radical Ricardo Alfonsín responsabilizó a la conducción del Comité radical a nivel nacional debido a las declaraciones de la diputada nacional oficialista ya que cuestionó que el radicalismo “tiene que hacerse cargo y marcar la diferencia” dentro de Cambiemos.

“Carrió se referirá a la conducción nacional porque el radicalismo es muy horizontal y democrático, entonces, no se puede hablar de control sobre la UCR. Que responda Cornejo si se deja manejar y que aclare por qué dicen esto”, disparó el dirigente político en comunicación con El Destape.

Aclaró: “Por mi parte, no me siento controlado por nadie, ni por el partido ni por Cambiemos. He tenido una actitud autónoma desde que se celebró el acuerdo en Gualeguaychú porque mi postura no fue comprendida. Además, no necesito demostrar que no me controla nadie”.

Asimismo, Alfonsín advirtió que “frente a los problemas económicos y sociales que existen, las declaraciones de Carrió son irrelevantes”, por lo cual, instó a que “hay que empezar a resolver los problemas y hay que comenzar a evitarlos a partir de un acuerdo con las fuerzas políticas” y le exigió al Gobierno nacional que “postergue las discusiones electorales”.

“Tienen que abandonar la actitud binaria y populista de que en lo viejo y en lo nuevo está Cerrartodo lo bueno”, arremetió.

El exabrupto de Carrió llega en un momento donde el radicalismo ha levantado la cabeza frente al Ejecutivo nacional debido a las decisiones políticas que ha tomado, como fue el tarifazo. No obstante, Alfonsín chicaneó a la conducción nacional radical y lanzó: “¿Cuándo le exigieron al Gobierno?”.

“Ojalá sea así porque varios sectores lo venimos reclamando y dentro del radicalismo no hemos sido comprendidos. Yo lo he dicho varias veces que en vez de poner tanta pasión en la defensa de los lugares, pusiéramos esa pasión en la defensa de las ideas”, aseveró el referente de la Unión Cívica Radical y bregó por que “el radicalismo se haga cargo de sus diferencias y que dejen de aparentar que coinciden con todo lo que se ha hecho”.

En ese sentido, el dirigente político quitó el foco en Carrió y cargó con todo contra la conducción nacional del radicalismo. “No puedo responsabilizar al PRO de que haga por nosotros lo que no hacemos nosotros por nosotros mismo”, disparó y cuestionó que “pareciera que la UCRA no tuviera ninguna diferencia en Cambiemos cuando es la responsabilidad del partido marcar las diferencias con el PRO”.

“Las conducciones tienen la responsabilidad de conducir, no solo tienen que ocupar lugares importantes sino que pudieron haber hecho algo pero en su lugar, decidieron callar. Parece que la conducción formal del Partido, su manera de contribuir con Cambiemos es actuar de manera acrítica”, sentenció.

ElDestape-

Elige tu propio Alfonsín

1: El nuevo Illia Arturo Illia presidente sale de la casa de gobierno para leer el diario en un banco de la plaza de mayo. Ahhhh, el éxtasis republicano. ¿Fue verdad? No importa, será posverdad. Simplemente supongamos que a media mañana sale con el diario para leerlo en la plaza pública. Es una imagen escolar: frente a la casa de gobierno y frente al sillón presidencial aparece el sillón del ciudadano donde sentarse a leer. Illia leía el diario, se llenaba de polvo de ladrillo el pantalón, picoteaban las palomas a su lado, un ciudadano presidente mientras alrededor empezaba todo el mundo a calentar los motores de la guerra. Un hombre común que lee la prensa con la ceja levantada y saluda a las amas de casa y a las mucamas y a los jubilados y a los que venden garrapiñadas.

Se hicieron un picnic hace cincuenta años con el pobre Illia pero ahí está ahora: el mito de la honradez, la figura espléndida de los republicanos, un pasteurizado. Débil, viejo, maltratado, digno, pobre, sin mayorías. Más o menos como quieren que sean los políticos. En el amor corporativo a su figura se alumbra esa hilacha. Pensemos en Mariano Grondona: tardó décadas en pedirle perdón al hijo de Illia, porque tardó décadas su clase en perdonar a Illia (¿no fue acaso un presidente desafiante?). Bajaba a leer el diario a un banco de la plaza porque era como un jubilado, la suma de todas las debilidades que forman una “estatura moral”. República = políticos débiles.

¿Y Alfonsín? Alfonsín es la figura en disputa. Algunos hechos recientes refrescan este homenaje “republicano”, una figura también castrada. La estatua platense que acaba de ser inaugurada, en la que se lo ve cabizbajo, caminando en los jardines de Olivos, junto al presidente electo, Menem, que ya había puesto quinta y casi flotaba al lado de “Don Raúl”. 1989. ¿Por qué ese Alfonsín de bronce? Porque para liberales y republicanos Alfonsín tiene dos condiciones: es un demócrata y es un derrotado (es un demócrata porque es un derrotado). No sólo derrotado por fuerzas reales (CGT, capitanes de la industria o Carapintadas), sino derrotado por la Historia: la estatua que no se animan a hacer es la “del otro”, la de Menem, que fue el que consumó la democracia real porque consumó el otro consenso pendiente en los 80… el del capitalismo. ¿Por qué no hacen la estatua de Menem? ¿Por qué siempre celebran el otoño del patriarca demócrata? Porque celebran su derrota. Porque el porfiado gallego no se convenció nunca del todo de la solución capitalista para los problemas argentinos. Y fue débil, o sea, “democrático”. Si bien para el delirio macartista de una parte de las clases altas, como escribió Charly Feiling en “El agua electrizada”, Alfonsín era un presidente del ERP, al final se lo comieron crudo. Se fue antes. Reconoció como su mayor logro darle el poder al otro, que era otro presidente y de otro partido. Pero el tiempo hizo lo suyo. Y esa clase que lo condenó ahora escribe el adagio de un Alfonsín gandhiano, campechano, débil, más bueno que Lassie, que soportaba todo y negociaba todo: los paros generales, las agachadas peronistas, las sublevaciones militares. Es el nuevo Illia, “otro hombre que no entendimos a tiempo”. En ese Alfonsín que se consagró “devolviendo el poder” se arma el Alfonsín de Cambiemos: radicales que aceptan las condiciones, su asimetría frente al poder del otro.

2: El pacificador

Se presentó estos días un buen documental en el Bafici del director Sergio Wolf (“Esto no es un golpe”), en el que revisa los hechos de un momento sobre-interpretado y sub-narrado: la sublevación de Rico en la semana santa de 1987. Entre decenas de detalles de esa guerra intraestatal (la SIDE paralela, las trenzas de palacio, la noche que la Coordinadora pasó enfierrada adentro de la Casa Rosada), Wolf construye la parábola sobre la frase histórica: “La casa está en orden… y no hay sangre en la Argentina”. Si la historia por izquierda se cargó a Alfonsín por aquellas “leyes del perdón” (la casa estaba en orden porque Alfonsín había negociado), Wolf cierra el círculo: Alfonsín evitó el derramamiento (“no hay sangre en la Argentina”). Wolf reconstruye su antigua percepción de joven iluso que no “entendió” en su momento a Alfonsín y ahora sí. Una postal del documental es un elenco de la clase política (desde Jesús Rodríguez y Stubrin hasta Eduardo Amadeo y Carlos Grosso) entre la multitud agolpada en la puerta del Regimiento puteando a “los formidables guerreros en jeeps”, como cantaban Los Redondos, una decena de militares que se mantuvieron por días despiertos a base de anfetas y que parecían siempre a un segundo de abrir fuego. Jesús Rodríguez aparece a grito pelado con un suéter escote en V puesto al revés tratando de que no se desmadren los militantes.

Alfonsín negoció todo menos pagar su propio costo: comienza el derrumbe de su mito primaveral. La época entendió que Alfonsín cedió. Wolf es poco generoso sobre el apoyo incondicional que recibió del peronismo de primera línea (Cafiero y Ubaldini), y expone la caricatura que los testimonios de los militares no pueden evitar brindarnos. Rico vuelve a repetir que no quería hacer un golpe pero su gesta tenía una consecuencia miserable: mostrar que Alfonsín era el jefe de las fuerzas armadas al precio de no usarlas. ¿Y qué usó? La negociación política. ¿Y qué es una negociación política? El triunfo de las partes. Alfonsín articuló con la sublevación su vieja idea de la cadena de mandos de la represión (la obediencia debida ya estaba en el plexo de su propuesta en 1983, sólo que sí quería juzgar a las juntas, en una apuesta de valentía inmensa que los peronistas de entonces no quisieron jugar). Se terminaba definitivamente la luna de miel entre la izquierda social y Alfonsín. Al menos, por varias décadas. Pese a que quedó pegado a la Obediencia debida, se gestiona y se legisla “para siempre”, pero se escribe en la arena: el tiempo borró esas leyes y escribió otras. La historia siempre continúa.

3: El Chicho

El kirchnerismo (sobre todo a partir del liderazgo de Cristina y su reciente alianza irrompible con Leopoldo Moureau) fueron contribuyendo a una relectura de Alfonsín por izquierda, un presidente peleado con las corporaciones, que buceó en las raíces peronistas y radicales para encontrar la fórmula ecuménica de una “nueva mayoría”. ¿El primer trasnversal? Un Chicho Allende de Chascomús. El antecedente del kirchnerismo, es cierto, porque se trata de dos movimientos progresistas nacidos de las entrañas de partidos populares con fuertes contraseñas con las capas medias. El Alfonsín que se plantó con Reagan, la Iglesia, la Sociedad Rural. Help a él. Su vieja dialéctica de “democracia versus autoritarismo” se recuperaba en la de “democracia versus corporaciones” a partir de 2008, cuando acorralaron a Cristina entre el campo y Clarín. El relato de Moureau en la película de Wolf refuerza todo el tiempo esta línea: la toma de radio Mitre (la radio que sacaba al aire a Rico como si fuera el simple vocero de la “otra parte”), las movilizaciones, la custodia armada de la Casa Rosada.

Alfonsín creyó, e hizo creer a todos, que él era la democracia. El presidente y político de las negociaciones salvadoras. Negoció con los militares, fue en persona a negociar a Campo de Mayo, y pactó en Olivos la reforma constitucional y reelección de Menem. Era el hombre desgarrado que negociaba con los demonios y liberaba a la sociedad, a la izquierda social, de culpa y cargo. El kirchnerismo ayudó a reconstruir al Alfonsín de izquierda.

4: La cría del Proceso

Hubo otras versiones elaboradas por izquierda: Alfonsín significó la transformación de la Argentina de clases en la Argentina de ciudadanos. Alfonsín y los derechos humanos fueron algo así como la oscura consumación del propio “Proceso Militar”. Esta mirada la patentó Rodolfo Fogwill y el imprescindible libro de Claudio Uriarte, “Almirante cero”. El Proceso materialmente vencedor, ¿había sido culturalmente vencido? Para Fogwill y Uriarte en la caída del Proceso se desplegó su victoria: la dictadura resultaba la última experimentación sobre el cuerpo social argentino que desmilitarizaría por efecto de terror nuestra vida política. Fin de la lucha de clases, todos a recitar el Preámbulo. Tenemos el ensayo de Fogwill sobre el programa televisivo del Nunca Más que comienza con los gritos de una madre, que son los gritos de un parto, y el llanto del bebé. Lo que sonaba como una primera escena de tortura, en realidad era un parto. Fogwill advierte el inconsciente alfonsinista en ese montaje: la producción del relato del Terrorismo de Estado reciente que a la vez en su narración amplifica sus efectos de terror y revela una violencia “parturienta”, “necesaria” para el “orden democrático”. ¿El triunfo de Alfonsín volvía a separar el orden civil que habitaba dentro del orden militar, otorgándole una oportunidad de reconstrucción y continuidad a la clase dominante que había impulsado la dictadura y que negaba a reconocerse en el espejo de la faena represiva? Escribió impiadosamente Uriarte: “el interés que pudiera suscitar la izquierda provenía únicamente de ser uno de los objetos del ‘destape’, en un plano parecido al de la pornografía o las películas censuradas. Nadie soñaba con la lucha armada. Los restos de discurso izquierdista que subsistían, considerablemente ‘socialdemocratizados’ ya por la derrota y el exilio, eran crecientemente reabsorbidos por el discurso de los derechos humanos de Alfonsín…”

Salteando una paleta de grises, unos aman el Alfonsín debilitado (por las corporaciones) y otros aman el Alfonsín débil, fundido en la ética de la responsabilidad. Elige tu propio Alfonsín. El homenaje a un político es también una continuación de la política. Quién duda que merezca el reconocimiento. Fue valiente porque fue audaz y fue valiente porque asumió sus costos. ¿Y los demás bustos, los demás presidentes? ¿Se puede elegir el propio Menem, el propio Kirchner? En la política todo puede parecer pragmático menos un presidente. Se puede ser un político pragmático, ¿se puede ser un presidente pragmático? La presidencia es “el último cambio” de un político. Alfonsín no volvió más de su socialdemocracia como Menem no volvió más de su giro liberal o como Néstor y Cristina no volvieron más de su populismo. La comisión de homenaje permanente a Alfonsín, que es la política argentina, debería empezar a dejarlo descansar en paz. ¿Se animarán los liberales y republicanos que descubrieron el último bronce a ponerle el busto a Menem? ¿Por qué no completan la foto de la caminata de Olivos cuando eligieron exactamente ese año: 1989? El 89 es el 83 de Cambiemos. El Alfonsín que deja el poder es el Alfonsín de Cambiemos. Y Menem es el padre no reconocido de la democracia. Y ser demócratas, como hacía y decía Alfonsín, es soportar la incomodidad.

LPO:Martín Rodríguez

“Ni siquiera con los gobiernos radicales la UCR fue tan acrítica”

Ni siquiera en sus lecturas de verano Ricardo Alfonsínpuede hacer a un lado su preocupación por el destino del radicalismo de no dar “un golpe de timón” en lo que refiere a su rol dentro de la alianza Cambiemos: “Estoy leyendo un libro de Orwell Jones que se llama El Establishment, que trata sobre lo que ha pasado con el Partido Laborista, el llamado ‘Nuevo laborismo’, que me hace acordar mucho a lo que puede ocurrir con la Unión Cívica Radical: el Nuevo laborismo cada vez se parecía más al partido conservador inglés”.

Aunque posteriormente aclaró que eso no sucede con el actual laborismo inglés bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, Alfonsín señaló que el libro que está leyendo hace foco en las experiencias de los gobiernos laboristas deTony Blair y Gordon Brown y que los mismos no tenían distinciones con las políticas propuestas por el conservadurismo de ese país. Traducido a la coyuntura doméstica, el ex diputado nacional teme a un “Nuevo radicalismo” con características metodológicas análogas a su socio: el PRO.

Ante eso, marca posición de entrada: “Con el PRO me diferencio en la ideología, en el método, en el camino elegido para llegar a los mejores resultados”. Con esa mirada que predominó la entrevista concedida a Letra P, Alfonsín cuestionó el posicionamiento de la conducción partidaria: “Ni siquiera con los gobiernos radicales la UCR fue tan acrítica”.
VACACIONES. Además del libro mencionado, Ricardo Alfonsín detalló que en sus días de verano “estoy haciendo política, como corresponde”. Y repasó: “Vine de Gualeguay, Entre Ríos, con el Movimiento Renovador de esa provincia, que son los que están manteniendo diferencias con el oficialismo partidario y reclaman también más autonomía de la UCR con relación al PRO. Estoy viajando por la provincia de Buenos Aires y luego me voy a Chubut”.

 

-Uno de los lemas de su sector dentro del partido es “Radicalizar la UCR”, ¿se está lejos de ese objetivo?

-Radicalizar la UCR y radicalizar Cambiemos. Quiere decir que las decisiones que se tomen desde el Gobierno puedan estar más influidas por la UCR.

Mi deseo sería que la UCR recuperara ejes de autonomía para poder influir en las decisiones del Gobierno, en su contenido, no hablo de ocupar cargos en el Gobierno sino de influir en el contenido de las decisiones y que además recupere capacidad de iniciativa porque hay decisiones que se podrían tomar y que no se han tomado precisamente por la pasividad de la UCR.

-Usted viene haciendo recurrentes planteos críticos, el último sobre el mega DNU. ¿Cree que el partido no viene teniendo una posición firme en esos aspectos?

-Somos varios en el partido los que venimos planteando estas diferencias, los que actuamos así somos los que estamos cumpliendo con lo que dijimos que íbamos a hacer si no ganábamos las PASO para elegir presidente. Somos los que dijimos que no íbamos a actuar como meros espectadores, sino que vamos a tratar de influir en el rumbo de la gestión y evitar los errores. Incluso dijimos que no acompañaríamos decisiones que entendiéramos que no eran las convenientes. Nadie puede reprocharme, ni nadie puede negarme a no cumplir con lo que dijimos. Y por otro lado, nadie me puede obligar a traicionar lo que es la identidad de la UCR.

¿Siente que por momentos sus críticas hacia dentro del partido son un grito en el desierto?

-Si consideramos que lo único que existe en la UCR es la estructura dirigencial, yo no diría que me toca transitar el desierto pero quienes pensamos así, sí es minoría. Pero si consideramos que la UCR también son los afiliados, los militantes de base y los filo-radicales, que son los ciudadanos que podrían entusiasmarse con el partido, estoy seguro que somos mayoría. Habrá que hacer un trabajo también para que lleguemos a la conducción del partido los que pensamos de esta manera.

-¿Y este trabajo se puede hacer con los intendentes o gobernadores que no se les escucha críticas?

-No, creo que a nuestros intendentes y gobernadores hay que cuidarlos mucho, no hay que exponerlos a situaciones que puedan generar conflicto con las instancias superiores de gobierno. Salvo excepciones, hay gente que podría actuar de otra manera, pero no podemos tomar decisiones que transformen nuestras fortalezas en debilidades. Tiene que actuar gente que tenga mayor autonomía respecto del Gobierno Nacional.

-¿Cree que la situación del partido es crítica en cuanto al debate?

-Debate no existe, ni nos dejaron participar incluso en elecciones internas en la provincia de Buenos Aires, ni siquiera para concejal. Creo que nunca ha habido un partido tan silenciado, tan acrítico, incluso con el Gobierno nacional como el que existe ahora. Ni siquiera con los radicales la UCR fue tan acrítica, ni con el gobierno de Alfonsín ni con el gobierno de De la Rúa mucho menos por supuesto. No creo que sea esa la mejor manera de colaborar con la solución de los problemas de los argentinos.

Son las posiciones que tuvo el partido hace dos años. Me podrán decir algunos que hay que callar las diferencias, yo no comparto eso. Lo que no me puede decir nadie, a menos que esté faltando a la verdad, es que nosotros no hemos acompañado decisiones que hasta hace dos años veíamos que eran malas. En todo caso, habrá que explicarle a la sociedad porqué acompañamos decisiones que antes decíamos eran malas. Y si alguno está pensando en sustituir a la UCR y a los restos de las fuerzas que conforman Cambiemos para sustituirlo por un partido nuevo, que lo digan, que lo discutan, así todos podemos fijar nuestras posiciones.

-¿Y por qué considera que surge esa posición acrítica por parte de las autoridades partidarias? ¿Cuál es el factor desencadenante?

-Hay varias razones. En primer lugar, hay una dirigencia que conduce y otra que es conducida y yo diría que entre la dirigencia que conduce hay distintas razones, no todos dentro de los que conducen adoptan esa posición acrítica ni propia del convidado de piedra. Algunos porque tal vez crean que un remedio pueda ser peor que la enfermedad marcar diferencias, tendrían que explicarlo bien a eso.

Algunos piensan que es mejor actuar como si no tendríamos diferencias con el PRO, como si el PRO y la UCR desde el punto de vista de su identidad fueran lo mismo, el que dice que es así falta a la verdad y el que dice que no hemos acompañado decisiones con las cuales hasta hace dos años estábamos en contra, también falta a la verdad. Ahora, hay otros, creo que una minoría, que creo que en el fondo no actúan así porque crean que es lo que más le conviene al Gobierno, sino a su propia carrera política. Y para eso uno no debe hacer política, eso es convertirse en un profesional de la política que es aquel que está dispuesto a sacrificar las ideas en nombre de la carrera política. Hoy acompaña una posición y dentro de dos años si la carrera política aconseja acompañar otras, lo hace. Eso yo no quiero ser.

Mis opiniones sobre las declaraciones, al menos desafortunadas de @Nicolas_Massot. ¿Perdonar a quienes nunca pidieron perdón ni colaboraron con información necesaria para la verdad y hacer Justicia?

 -Un profesional de la política dentro de la UCR, ¿no critica los dichos de Nicolás Massot? (NdR: el jefe del PRO en Diputados sostuvo: “Con los años 70 hay que hacer como en Sudáfrica y llamar a la reconciliación”, algo sobre lo que fue crítico Alfonsín)

-Puede ser que lo haga, aunque cree que es peor… Y otro porque estoy seguro que una minoría cree que eso podría contrariar a la dirigencia del PRO y piensan que es necesario contar con el beneplácito de la dirigencia del PRO para por ahí ser candidatos más tarde.

Pero son minoría, en todo caso, creo que son mayoría los que creen que no tenemos demasiado margen de maniobra porque señalar las diferencias sería un remedio peor que la enfermedad y porque además le tienen miedo a la opinión pública y a los que administran a la opinión pública.

-¿Quiere que Lousteau sea candidato a jefe de Gobierno porteño en 2019?

-No sé, eso lo tendrá que decidir la Capital. Lousteau se afilió a la UCR. Lo que es increíble es que dirigentes del partido, afiliados al partido, incluso de otras jurisdicciones, vinieran a acompañar candidatos que competían contra la UCR. Eso habla de la crisis del partido, porque en otro momento todas esas cosas se hubieran sancionado con la exclusión del partido, ahora creo que se ha decretado una amnistía.

-Bueno, pero con ese criterio a usted le podrían decir lo mismo con su posicionamiento y respaldo al candidato socialista en Santa Fe que competía con Cambiemos…

-No. Ahí se decretó libertad de acción del partido, sino no hubiera ido. Saben perfectamente que decretaron libertad de acción. No solamente decretaron libertad de acción a nivel nacional sino provincial y yo en ese marco de libertad de acción decidí continuar con el Frente Progresista Cívico y Social. Por otro lado es cierto que tengo una buena relación con el gobernador (Miguel) Lifschitz que ayer (miércoles) me vino a visitar y coincidimos en la necesidad de tener posiciones comunes con el partido respecto a la solución de los principales problemas de los argentinos, que sería bueno que existieran partidos que tengan posiciones comunes alternativas a las del PRO.

-De cara a 2019, desde el PRO se está vislumbrando la posibilidad de colocar también a un dirigente de ese espacio como vice de Vidal, ¿cree que el radicalismo tendría que dar pelea por ese lugar?

-Yo creo que tendríamos que pensar en un candidato a gobernador, a jefe de Gobierno porteño y a presidente en 2019 de la UCR. Que la UCR no renuncie a ninguna de esas posibilidades porque no tendría mucho que ver con la esencia  de un partido político que busca el poder a menos que haya razones que lo justifiquen en su momento, pero tendríamos que ponernos a discutir un programa, con una integración de todos los partidos en las listas. Espero que no cometamos el mismo error de 2015 porque en aquella ocasión Cambiemos no tuvo acuerdo programático y el que dice que lo hubo, sabe que no dice la verdad.

Letra P